Por: Pavlusha K. Luyando
El hombre que se ama a sí mismo
enferma del espíritu, porque la salud del alma se encuentra en la sana relación
el prójimo y con la certeza en la conciencia de hacer lo que el creador exige
de nosotros.
El hombre egoísta, hace mal al
prójimo y a sí mismo. El egoísmo impide amar porque más se quiere uno mismo que
a la persona que tenemos a nuestro lado.
El verdadero amor no se encuentra
en la relación física que se tiene con las personas, no está tampoco en el
apego hacia las cosas, o al tiempo que le dedicamos al trabajo o a los negocios.
El verdadero amor está en el
sacrificio que entregamos al prójimo. Entiéndase por sacrificio el acto que se
realiza con esfuerzo y con algo de renuncia a lo que tenemos por dárselo al
otro. El sacrificio es la medida del amor.
No hay que confundir amor con
apego. El apego no es amor. El apego es la imperiosa necesidad de la presencia
física y psicológica de una persona u objeto para apaciguar miedos y
ansiedades.
El amor en cambio; no
necesariamente necesita la presencia física de la persona, el que ama es capaz
de soportar el tormento de la ansiedad, del desprecio, de la traición,
perdona y sigue amando; sin restregar
nada del mal que se le ha hecho.
Algunos se apegan
irresistiblemente a los objetos materiales, otros se sienten seguros cuando
tienen a una persona al lado, en ambos casos se busca llenar el vacío, la
soledad. El apego solo da seguridad temporal.
Ni las posesiones terrenas, ni
las personas son eternas, cuando el
objeto de apego está ausente es mayor el vacío y la ansiedad.
Los bienes terrenales no son
malos en si, pero los convertimos en algo negativo cuando creemos que es lo que nos
dará felicidad verdadera.
En la práctica se demuestra que las
personas apegadas a algo o a alguien; al perderles, el mundo se les viene abajo, se derrumban
porque se acabaron sus seguridades. Independientemente de lo que pensemos sobre
esto; sucede. .Nada de este mundo puede llenar sus vacíos existenciales, por
ello los miedos llegan tarde o temprano como tormentas arrasadores.
Entonces… ¿En qué o quién podría
estar nuestra seguridad?
Para responder esta pregunta,
debemos razonar de la siguiente manera: Si lo temporal es finito; es decir se
acabará algún día, para alcanzar verdadera seguridad debo apoyarme en lo que
nunca perece, en lo que nunca acaba, en lo que es eterno; es decir en Dios.
Las cosas temporales son para
tenerlas, las espirituales para gozarlas. El hombre si desea ser libre debe
espiritualizarse, y para espiritualizarse debe encontrar a Dios. Esa es la
razón de ser del hombre.
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