viernes, 14 de abril de 2017

EL APEGO HACIA LAS PERSONAS Y COSAS

EL APEGO HACIA LAS PERSONAS Y COSAS
Por: Pavlusha K. Luyando

El hombre que se ama a sí mismo enferma del espíritu, porque la salud del alma se encuentra en la sana relación el prójimo y con la certeza en la conciencia de hacer lo que el creador exige de nosotros.
El hombre egoísta, hace mal al prójimo y a sí mismo. El egoísmo impide amar porque más se quiere uno mismo que a la persona que tenemos a nuestro lado.

El verdadero amor no se encuentra en la relación física que se tiene con las personas, no está tampoco en el apego hacia las cosas, o al tiempo que le dedicamos al trabajo o a los negocios.

El verdadero amor está en el sacrificio que entregamos al prójimo. Entiéndase por sacrificio el acto que se realiza con esfuerzo y con algo de renuncia a lo que tenemos por dárselo al otro. El sacrificio es la medida del amor.

No hay que confundir amor con apego. El apego no es amor. El apego es la imperiosa necesidad de la presencia física y psicológica de una persona u objeto para apaciguar miedos y ansiedades.
El amor en cambio; no necesariamente necesita la presencia física de la persona, el que ama es capaz de soportar el tormento de la ansiedad, del desprecio, de la traición, perdona  y sigue amando; sin restregar nada del mal que se le ha hecho.

Algunos se apegan irresistiblemente a los objetos materiales, otros se sienten seguros cuando tienen a una persona al lado, en ambos casos se busca llenar el vacío, la soledad. El apego solo da seguridad temporal.  
Ni las posesiones terrenas, ni las personas  son eternas, cuando el objeto de apego está ausente es mayor el vacío y la ansiedad.

Los bienes terrenales no son malos en si, pero los convertimos en algo negativo cuando creemos que es lo que nos dará felicidad verdadera.
En la práctica se demuestra que las personas apegadas a algo o a alguien; al perderles,  el mundo se les viene abajo, se derrumban porque se acabaron sus seguridades. Independientemente de lo que pensemos sobre esto; sucede. .Nada de este mundo puede llenar sus vacíos existenciales, por ello los miedos llegan tarde o temprano como tormentas arrasadores.

Entonces… ¿En qué o quién podría estar nuestra seguridad?
Para responder esta pregunta, debemos razonar de la siguiente manera: Si lo temporal es finito; es decir se acabará algún día, para alcanzar verdadera seguridad debo apoyarme en lo que nunca perece, en lo que nunca acaba, en lo que es eterno; es decir en Dios.


Las cosas temporales son para tenerlas, las espirituales para gozarlas. El hombre si desea ser libre debe espiritualizarse, y para espiritualizarse debe encontrar a Dios. Esa es la razón de ser del hombre.

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